Agustín Yáñez
Delgadillo nació en Yahualica de González Gallo, Jal. El 4 de mayo de 1904 y murió
en la Ciudad de México el 17 de enero de 1980, a causa de un enfisema pulmonar y una deficiencia cardíaca a los 76 años. Fue
sepultado en la Rotonda de las Persona Ilustres.
Fue
novelista, cuentista, ensayista y político mexicano. Fue uno de los más grandes
expositores de la novela mexicana posterior a la Revolución Mexicana y es
considerado precursor de la novela mexicana moderna.
Considerado
un escritor realista, que caracterizó a la narrativa mexicana a finales del
siglo XIX y principios del XX, y corriente que incluye a figuras como José
Tomás de Cuéllar, Manuel Payno, Heriberto Frías y Mariano Azuela. Sin embargo,
Yáñez supo enriquecer esta corriente al integrar muchos de los recursos
técnicos y estilísticos de la vanguardia europea y estadounidense de su época.
Estudió derecho en la
Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara y la maestría en filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, con la tesis "Don Justo
Sierra: su vida, sus ideas y su obra", la cual le valió la mención cum laude por parte de sus sinodales Edmundo
O´Gorman, Samuel Ramos y José Gaos. Fue Secretario de Educación de
Nayarit entre 1930 a 1931 (participando en la fundación del Instituto de
Ciencias y Letras, antecedente directo de la actual Universidad Autónoma de
Nayarit).
Su obra Al filo del agua, publicada en 1947,
marca un parteaguas en la literatura de México ya que incorpora novedosas
técnicas narrativas y estilísticas influenciadas por Faulkner, Kafka y Joyce.
Al filo del
agua se ubica en un pueblo de Jalisco, en vísperas de la Revolución, y
presenta una serie de acciones simultáneas y relacionadas que muestran la vida
cotidiana en el lugar y la manera en que ésta se ve alterada por el movimiento
armado.
El título alude al momento en
que está a punto de estallar una tormenta y, metafóricamente, al momento
histórico que precedió al estallido de la Revolución mexicana. Este tiempo de
espera cargado de tensión es descrito mediante una serie de cuadros que ahondan
en lo más profundo de las obsesiones que se viven en una pequeña población.
Especialmente, aparece una concepción morbosa de la religiosidad, en su
relación ambigua y represiva con el sexo.
Es importante la técnica
narrativa empleada por el autor, que constituye la primera ruptura con la
novela tradicional. El monólogo interior, sobre todo, ocupa un lugar principal
en la economía de la novela. Durante los años siguientes, Yáñez intentó
ensanchar esta visión realizando una panorámica del México contemporáneo, si
bien no logró alcanzar los extraordinarios resultados de Al filo del agua.
En La tierra pródiga (1960)
Yáñez replantea, con recursos estilísticos nuevos, el dilema de civilización o
barbarie, mientras que el dilema del campesino enfrentado a la tecnología
incorporada al campo lo trata en Las tierras
flacas (1962).
Cargos públicos
Tuvo una extensa trayectoria
académica y política, en la que se encuentran los siguientes cargos:
- Director de Educación Primaria en Nayarit y primer Rector del Instituto del Estado de Nayarit 1930-1931, antecedente de la Universidad Autónoma de Nayarit.
- Director de la Oficina de Radio de la Secretaría de Educación Pública, 1932-1934.
- Miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua, ingresó el 5 de septiembre de 1953.
- Gobernador de Jalisco del primero de marzo de 1953 al 28 de febrero de 1959.
- Director del Seminario de Creación Literaria. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México a partir de 1959.
- Embajador Extraordinario y Plenipotenciario, en Misión Especial, ante el Gobierno de la República de Argentina en mayo de 1960.
- Consejero de la Presidencia de la República de marzo de 1959 a septiembre de 1962.
- Secretario de Educación Pública a partir del 1 de diciembre de 1964. Titular de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos de 1977 a 1979.
Gestión en
la Secretaría de Educación Pública
Al entrar en funciones el
presidente Gustavo Díaz Ordaz en diciembre de 1964, en su gabinete designó como
secretario de Educación Pública a Agustín Yáñez, puesto en el que sustituía a
Jaime Torres Bodet, que lo había desempeñado en el sexenio de Adolfo López
Mateos.
Al principio
de su gestión en 1965, se creó la Comisión Nacional de Planteamiento Integral
de la Educación, con el objetivo de realizar una evaluación y proyección para
la siguiente década, en la cual se dio mayor énfasis a la Educación Primaria.
Entre los resultados se hizo notar la necesidad de aplicación de nuevos paradigmas
educativos como la Orientación Vocacional, utilización de los medios masivos de
comunicación y la unificación de la Enseñanza Media.
Durante su
sexenio se lanza una campaña nacional de alfabetización, que fue reconocida por
la UNESCO en 1965 en el Congreso Mundial de Ministros de Educación para la
liquidación del analfabetismo celebrado en Teherán, Irán, al que Yáñez
asistió como presidente de la comisión en septiembre de aquel año. En
aplicación de algunos acuerdos tomados en este congreso, la Secretaría a cargo
de Agustín Yáñez usó por primera vez los medios de comunicación para la
difusión de la educación, creándose el sistema de Telesecundarias aplicándose
como prueba piloto en el Distrito Federal, Hidalgo, Morelos, Oaxaca, Puebla,
Tlaxcala y Veracruz.
Igualmente,
su gestión dio gran impulso a la Educación Media Superior. Entre sus acciones
concretas estuvieron la reestructuración de la Escuela Normal Superior y el Instituto
Politécnico Nacional. Se crea, además, el Servicio Nacional de Orientación
Vocacional con el fin de auxiliar al estudiantado en su elección de carrera.
Respecto a
la unificación de la educación, el 1 de diciembre de 1965. Agustín Yáñez
dispuso dar unidad pedagógica y técnica a la enseñanza media, ordenando que
todas las escuelas de ese nivel se ajustaran al mismo plan de estudios y al
programa que fueron aprobados en 1959. Y en 1966 decretó la unificación de
calendarios escolares.
Obras
Con la publicación de tres obras, Flor de juegos antiguos (1942),
Melibea, Isolda y Alda en tierras cálidas (1946), Archipiélago de
mujeres (1943) y especialmente Al filo del agua (1947),alcanzó un gran
reconocimiento.
En 1948
dirigió la edición de las Obras completas de Justo Sierra, que publicó
la UNAM y en cuyo primer tomo Yáñez incluyó un estudio biográfico del autor. Su
obra total es un hito en la transformación de la novela hispanoamericana
contemporánea.
Ensayos
- Fray Bartolomé de las Casas, el conquistador conquistado (1942)
- El contenido social de la literatura iberoamericana (1943)
- Alfonso Gutiérrez Hermosillo y algunos amigos (1945)
- El clima espiritual de Jalisco (1945)
- Fichas mexicanas (1945)
- Yahualica (1946)
- Discursos por Jalisco (1958)
- La formación política (1962)
- Moralistas franceses (1962)
- Proyección universal de México (1963)
- Días de Bali (1964)
- Conciencia de la revolución (1964)
- Dante, concepción integral del hombre y de la historia (1965)
- Discursos al servicio de la educación pública (1964,1965,1966)
Narrativa
- Ceguera roja (1923)
- Tipos de actualidad (1924)
- Divina floración (1925)
- Llama de amor viva (1925)
- Por tierras de Nueva Galicia (1928)
- Baralipton (1931)
- Espejismo de Juchitlán (1940)
- Genio y figuras de Guadalajara (1941)
- Flor de juegos antiguos (1942)
- Archipiélago de mujeres (1943)
- Esta es mala suerte (1945)
- Melibea, Isolda y Alda en tierras cálidas (1946)
- Los sentidos del aire, Episodios de Navidad (1948)
- Tres cuentos (1964)
Novelas
- Pasión y convalecencia (1943)
- Al filo del agua (1947)
- La creación (1959)
- La tierra pródiga (1960)
- Ojerosa y pintada (1960)
- Las tierras flacas (1962)
- Perseverancia final (1967)
- Las vueltas del tiempo (1973)
- La ladera dorada (1978)
- Santa Anna, espectro de una sociedad (1981)
AQUÍ PODEMOS LEER EL PRÓLOGO QUE HACE EMMANUEL CARBALLO PARA MATERIAL DE LECTURA DE
AGUSTÍN YÁÑEZ, PUBLICADO POR LA UNAM.
AGUSTÍN YÁÑEZ Y LAS MUJERES DE AL FILO DEL AGUA
Por la edad, las fechas de los libros iniciales y ciertas afinidades
técnicas se puede afirmar, en cierto sentido, que Yáñez pertenece a la generación
de los Contemporáneos, quienes integran, después del Ateneo de la Juventud, el
grupo más valioso de las letras mexicanas del siglo XX. Los distingue la
conciencia artística, la cultura vasta y al día, la técnica y el estilo
eficaces que emplean en verso y en prosa. Como todo grupo con fisonomía propia,
concitó la ira y los denuestos de las banderías coetáneas.
De todo se les acusó, menos de
carecer de talento. La raíz de la semejanza entre Yáñez y algunos de los
Contemporáneos, que además de verso escribieron prosa (Torres Bodet, Owen, Novo
y Villaurrutia), se encuentra, quizá, en que uno y otros procedían de las
mismas fuentes: Benjamín Jarnés, especialmente, y los escritores que podrían
llamarse de la Revista de Occidente, los que, a su vez, descendían de
narradores franceses como Jean Giraudoux.
Las vivencias infantiles y
adolescentes conceden a Yáñez un lugar aparte entre los prosistas de su
generación. Sus compañeros en el tiempo, los Contemporáneos, escriben sus
novelas (largas y cortas) como metropolitanos, es decir, uniformando sus ideas
con la moda de esos años que no sólo venía de Francia, sino también de España;
Yáñez se comporta al escribir como provinciano. A su obra se le puede aplicar un
aforismo de Mauriac:
La provincia nos abastece de
paisajes, nos enseña a conocer a los hombres. Crees que perdiste el tiempo en las
campiñas; pero años después encuentras en ti un bosque vivo, con su olor, sus
murmullos en la noche. Las ovejas se confunden con la niebla y en el cielo del ocaso
pasa un vuelo de palomas.
Mauriac recuerda en el mismo
libro (La province, 1926) que en oposición a la metrópoli, que impone como
regla la uniformidad, la provincia cultiva las diferencias. Yáñez es un
escritor de las diferencias. Éstas le conceden un sitio aparte entre los
prosistas de su generación.
La provincia le da historias y
personajes, y lo capacita también para encontrar un lenguaje, regional y aun
municipal en los cimientos, suyo y universal en la elaboración definitiva; lo
induce a descubrir, una vez asimilados los influjos, la técnica más acorde para
ahondar en la psicología de sus criaturas e intentar, años después, un
ambicioso ciclo novelístico que registre la vida del México moderno.
Autor de más de una decena de
libros, algunos de ellos fundamentales, Yáñez enfrenta en cada una de sus
novelas, posteriores a 1947, problemas técnicos y estilísticos mayores en
número e intensidad que los que sorteó, mediante recursos que la destreza hizo suyos,
en la etapa que comprende de Baralipton (1931) a Al filo del agua (1947). Su
perspectiva es dinámica: sus formas nunca degeneran en fórmulas, sus hallazgos desconocen
la laboriosa industrialización a que son tan afectos algunos autores. En cuanto
a estilo, técnica y arquitectura, nunca escribió dos veces la misma novela.
A escala universal, Al filo
del agua figura entre las mejores novelas editadas en un año prodigioso para la
literatura moderna: 1947. Por primera vez en mucho tiempo (después de Martín
Luis Guzmán, Mariano Azuela y José Vasconcelos), un mexicano es contemporáneo de
sus contemporáneos. La novela de Yáñez no empequeñece si se la compara con las
mejores dadas a conocer en ese año: Doctor Faustus de Thomas Mann, Los idus de
marzo de Thornton Wilder, Bajo el volcán de Malcolm Lowry, La romana de Alberto
Moravia y Crónica de los pobres amantes, Oficio de vagabundo y Crónica familiar
de Vasco Pratolini. Después de 1947, México no volverá a figurar entre los
grandes de la novela universal hasta 1955, año en que aparece Pedro Páramo de
Juan Rulfo.
Al filo del agua fue escrita
durante el régimen de Ávila Camacho y dada a conocer en el de Miguel Alemán. Se
trata de una novela de personajes, en la que la acción se vuelve subterránea y
el tiempo se distorsiona en la conciencia de las criaturas. Los forasteros (Victoria,
los trabajadores agrícolas que regresan del norte) son los elementos
subversivos que incendian la vida del pueblo y las páginas de la novela.
Al descubrirse una nueva
manera de vivir, el viejo régimen está herido de muerte. No existe en nuestra amplia
narrativa revolucionaria un texto (ni siquiera la Mala yerba, de Mariano
Azuela) que indique con mejor sentido, sin descender al documento o a la
demagogia, cómo se vivía durante los últimos periodos presidenciales de
Porfirio Díaz y, al mismo tiempo, aclare por qué surge, qué se propone y,
quizá, por qué fracasa la revolución de 1910. Después de que aparece, las obras
que se escriben sobre asuntos afines aunque vean la luz se puede decir que no
han salido del limbo, y ello se debe a que Yáñez consigue en ella lo que no
pudieron obtener los novelistas que tratan este tema: una partida de nacimiento
y un acta de defunción.
En este sentido, Al filo del
Agua es punto y aparte en la prosa mexicana. López Velarde y Yáñez crean sus
imágenes lúbricas mediante objetos y atributos religiosos y, a la inversa,
emplean términos sexuales al referirse a cosas y seres espirituales. Ambos
sienten el cosquilleo de las hormigas voraces. Si un libro juvenil de Yáñez, Flor
de juegos antiguos (1942), corresponde a La Sangre devota (1916) de Ramón López
Velarde, Al filo del agua equivale en la bibliografía del novelista jalisciense
a Zozobra (1919) del poeta zacatecano.
Una y otra recrean el
conflicto humano circunscrito por las cuatro paredes de una vida pueblerina en
la cual la asfixia está hecha de tedio, de frustración sexual y rebeldía subconsciente
contra un catolicismo nutrido de intolerancia, vacío a fuerza de reiterar hasta
el cansancio las formas de culto externo. Nunca antes obtuvo la provincia en
nuestras letras mayor desnudez de carne viva ni más complejo poder de signo y
símbolo.
Al filo del agua posee
sucesivos estratos de significación. Ofrece varios dramas individuales (el de Gabriel
y el de Luis Gonzaga, el de Damián Limón, el de María y el de Micaela) y un
drama colectivo en el que participan, consciente o inconscientemente, los
habitantes de esta aldea incomunicada en el ocaso del “antiguo régimen”. El
conflicto surge con la llegada al pueblo de una “noble señora” de Guadalajara (una
“noble señora de provincia”, en el lenguaje de López Velarde) que pone en
crisis el ascetismo y la hipocresía lugareños. En el plano sentimental,
Victoria equivale a la lucha armada que ya se anuncia en el ambiente, a la
revolución: su presencia propicia un nuevo orden, una nueva tabla de valores
para juzgar la vida propia y la de los demás.
Técnicamente, Victoria coopera
a que los distintos personajes del pueblo se desarrollen, a que se enfrenten a
sus propios abismos y a que después de su partida se vean irremediablemente
transformados. Victoria más que un personaje definido, de tres dimensiones, es
detonante de los conflictos que propician los deliberadamente morosos avances
de la novela: “en ese pueblo todo es monotonía”. Gracias a ella los
protagonistas, como canicas cósmicas, toman nuevos rumbos. Victoria humaniza,
torna productivas (a largo plazo) las vidas de algunos personajes: Gabriel y
María le son deudores, directa o indirectamente, de valiosos estímulos
espirituales. Victoria es un “personaje madre”: crea a su alrededor atmósferas
y favorece el surgimiento de nuevos seres más complejos.
Al filo del Agua es un
archipiélago de mujeres. Yáñez retrata un pueblo que vive con, para y contra sus
mujeres. En la superficie el de Al filo del agua es un lugar de “mujeres
enlutadas”. Puertas adentro cada mujer tiene un mundo propio (plagado de
ambigüedades): a veces prevalece la resistencia, a veces la complicidad con el
estado de cosas. Es muy sencillo: resistir significa volverse individuo, la
complicidad equivale a moverse en grupo, a formar parte activa de un personaje
colectivo.
Al servir a Dios, algunas
mujeres consiguen prebendas (suben en la jerarquía del pueblo), otras tantas
sólo se topan con el martirio, en ellas se funda la legitimidad de la causa
religiosa. Quien se atreve a transitar por los caminos de la individualidad apuesta
la propia vida: Micaela muere en el intento de forjar su personalidad; María
obtiene, en la rebelión, el pasaporte hacia el futuro. El autor la retoma como
personaje en libros posteriores.
Yáñez como Kierkegaard cree
que sólo la sincera humildad y no el engaño de uno mismo debe ser el origen de
los vínculos sociales. Yáñez al igual que el filósofo danés confía en hombres
sencillos, ya que en ellos anida la virtud. Frente a la falsedad que impera en
el pueblo, Yáñez escoge como sus representantes a Gabriel y Jacobo. Los
personajes suman un puñado de características acordes a su visión del mundo:
sensibilidad, talento, perseverancia, ambición. En resumen: Autenticidad
personal. Con Gabriel el agotamiento del culto religioso se modifica en
experiencia espiritual; Jacobo es ejemplo de cómo superar a la provincia como
inhibidora de la potencia humana. Con ellos, Yáñez descifra las claves de su
propia vida.
La problemática social (un
tema aún más complicado) la tienen que solucionar las mujeres. En ellas Yáñez carga
el peso del pueblo, del mundo. A fin de cuentas para el autor una vez que pase
la tormenta las grandes transformaciones serán en las costumbres, en la vida cotidiana.
La cosa pública importa menos que la moral de la sociedad. En el pueblo se han
visto desfilar distintos jefes políticos y todo sigue igual a pesar de que cada
nuevo dirigente llegue con la consigna de hacer cumplir las Leyes de Reforma.
En el viejo régimen importaba
menos la gestión pública que la administración social de la libido. En ese
sentido, el autoritarismo de Al filo del agua es el de una teocracia y no el de
una dictadura política. El pueblo padece de una confusión que Yáñez entiende gracias
a Freud: no distingue entre lo sexual y lo genital. Lo sexual entendido, por
supuesto, como una actividad tan amplia que engloba hasta la más mínima pulsión
vital. Al querer gobernar los impulsos genitales se termina por barrer la
sexualidad, la vida misma.
El viejo régimen se
enseñoreaba sobre un pueblo casi muerto. La rebelión verdaderamente importante
ocurre en los terrenos de la vida cotidiana. Micaela le hace el juego a la teocracia,
lucha en nombre de los genitales. María aspira a conquistar su sexualidad, a adueñarse
de su propia vida.
En las páginas que siguen el
lector encontrará un panorama de las principales mujeres de Al filo del agua.
Por razones de espacio las descripciones no son completas sino fragmentarias.
Se encontrará, asimismo, tanto personajes individuales como entes colectivos (las
Hijas de María). No creí necesario incluir a Victoria porque su presencia
recorre el libro de principio a fin.
Al filo del agua (suena una
vez más el eco de López Velarde: “Mientras muere la tarde”) es la novela más armónica
escrita en México en la primera mitad del siglo XX, cuenta la historia de
hombres y mujeres que confunden la religión con el fanatismo, la virtud con la
muerte del deseo y el pecado con la vida común y corriente. Nos muestra un
racimo de seres excepcionales, algunos arquetipos de conducta y, en el
trasfondo, un pueblo entero, un resto silencioso, más bien, un coro que apenas
abre los labios para entonar un murmullo que da coherencia a esta misa fúnebre.
A final de cuentas, Yáñez
escribió una obra musical dentro de los parámetros de una novela. Al estallar las
pasiones dormidas, los personajes asumen su destino, que es sinónimo de éxodo y
en otros de muerte.
El estilo, la estructura, la
creación de personajes, la atmósfera en las que se desarrollan los hechos son perfectos.
Al filo del agua es una obra importante no sólo en las letras mexicanas, sino
en el panorama de la literatura universal.
EMMANUEL CARBALLO
http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/263
Para conocer más.
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